13-14-15 de noviembre de 2025
Enfoque individual
Mujer de 60 años que acude a la consulta del Centro de Salud por epigastralgia de una semana de evolución, que define como sensación de ardor y opresión. Refiere empeoramiento del dolor con el ejercicio y mejoría con el reposo. A la exploración física presenta molestias leves a la palpación epigástrica, sin otros datos clínicos de interés.
Se realiza electrocardiograma (ECG) en el que se objetivan ondas Q de 5-6 mm en V1, V2 y V3.
Enfoque familiar y comunitario
Juicio clínico, diagnóstico diferencial, identificación de problemas
Por la clínica y los datos del ECG, se sospecha angina de esfuerzo de reciente comienzo.
Tratamiento y planes de actuación
Se deriva a la paciente a Urgencias con ambulancia monitorizada para descartar angina e instaurar tratamiento.
Evolución
Se le realiza nuevo ECG en Urgencias en el que se objetiva un síndrome coronario agudo con elevación del ST. Se realiza coronariografía donde se visualiza lesión severa de la arteria descendente anterior, sometida a angioplastia primaria con stent farmacoactivo.
La enfermedad cardiovascular es la principal causa de mortalidad en mujeres. Sin embargo, siguen existiendo desigualdades significativas en su abordaje asistencial.
Como Médicos de Atención Primaria (MAP) debemos reconocer que el infradiagnóstico y tratamiento insuficiente se deben a múltiples factores. Uno de ellos es la demora en la consulta, influenciada por los roles de género. Además, los síntomas que se consideran como “atípicos”, tales como molestias epigástricas, náuseas o ansiedad, llevan a una menor utilización de pruebas diagnósticas confirmatorias.
El riesgo cardiovascular se subestima, ya que con frecuencia se ignoran factores de riesgo específicos, como el parto pretérmino, los trastornos hipertensivos del embarazo o la diabetes gestacional. Se pasa por alto también el mayor riesgo relativo de los factores de riesgo cardiovascular clásicos.
Por último, las estrategias terapéuticas, tanto invasivas como en prevención secundaria, se aplican en menor frecuencia, en gran parte debido a la escasa representación femenina en los ensayos clínicos.
Todo ello repercute en una mayor morbimortalidad, más complicaciones y un peor pronóstico. Es innegable, por tanto, la existencia de un sesgo clínico que pone en riesgo la salud de las mujeres. Romperlo es una urgencia de salud pública, y nuestro papel como MAP es fundamental.